sábado, 7 de junio de 2008

Hospital Paso al Infierno

Prisicila Valenzuela

Un vistazo al Ernesto Ramos Bours

El único vestigio de salud que encuentras en el Hospital Ernesto Ramos Bours, es la que te desea tu convaleciente compañero en la sala de espera cuando se te escapa un estornudo.

El ánimo por los suelos, y no hablo metafóricamente, de manera literal las personas aguardan angustiadas su turno en el suelo debido al reducido espacio de la sala de urgencias.

No solo eso, otro de los tantos motivos por los que tiene que avergonzarse la actual administración gubernamental adorna el perímetro del hospital, se trata del reflejo de la pobreza en su máximo esplendor: indigentes, personas sin hogar y con claras deficiencias salubres descansan en la suciedad de los pisos del patio del lugar.

Lo deprimente es que la mayoría de las personas no notamos las agudas deficiencias del hospital hasta que, desesperados acudimos con fe ciega a que nos atiendan pensando que la integridad de la salud es un derecho, no un privilegio como en Sonora.

Y es así como muchos nos incluimos en la ola de personas que se decepcionan de sus centros de salud, vemos como una urgencia no es inmediatamente atendida a menos que tus heridas estén cubiertas de un sor juanazo.

Y cuando crees que no puedes caer más en el limbo de la desilusión, la naturaleza en complicidad con el baño hace un llamado urgente para que descargues tu estrés pero ¡oh sorpresa!, la ironía maximiza su presencia cuando atestiguas que uno de los mayores focos de infección tiene su nicho en el hospital: en efecto, el baño es un asco.

Es un placer iniciar un viaje ilustrativo a la aventura que muchos viven cuando sus vejigas o intestinos no soportan la presión de invertir tanto tiempo en ese lugar.

Caminas unos pasos de la puerta principal hacia la izquierda, empujas la puerta de madera (un poco astillada), inhalas el aroma que te invita a soltar dos que tres aceptables majaderías por los “perjumenes” que bailan en tus fosas nasales para después, sentir como se desorbitan tus globos oculares ante tal cantidad de papel sucio desbordado de los contenedores, lo asimilas…tratas de aceptarlo pero, cuando abres la puerta de un cubículo descubres el sanitario lleno (sin detalles), maldices elegantemente de nuevo y piensas positivo “hay otro cubículo”; empujas la puerta y descubres que alguien no tiene buen tino y sus fluidos amarillosos marcaron orgullosa e imponentemente el piso.

La depresión post baño contribuye a la impotencia que sientes ante el tiempo que esperas en la incertidumbre de saber cuándo te atenderán o como esta tu atendido, el clima tan sabrosito que ameniza y la tristeza de girar la mirada un poco y presenciar el mal rato que tus compañeros de espera están pasando.

Ante esta situación, lo más conveniente es tener la paciencia para soportarlo, el heroísmo para ir al baño y el respeto para comprender lo que “sonora no puede dar solución”…recuerda que los valores están de moda.

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