jueves, 21 de febrero de 2008

El Laberinto del Fauno: Dosis de realidad magistralmente confabulada

Priscila Valenzuela

Esta cinta no me noqueó con absurda fantasía, pero me recetó una dosis de realidad magistralmente confabulada con la inocencia que la mayoría hemos perdido años atrás. No será lo que muchos esperaban pero la obra de arte El Laberinto del Fauno merece mínimo que ningún crítico se atreva a dar conclusiones escatológicas por este trabajo.

Sin temor a equivocarme y prensada a la pretensión de mis palabras, la propuesta cinematográfica de Guillermo del Toro es una oda a los conflictos sociales, cómodamente masticado para los que no gustan de analizar la problemática que nos aqueja hace más de 500 años.

Se que todo depende del cristal con que se mira, pero el filme exhibe de manera inquietante los dos estereotipos más pincelados que la sociedad tiene del perfil de las féminas, por un lado Mercedes (Maribel Verdú) una mujer fuerte infiltrada en el ejército franquista y Carmen (Ariadna Gil) una mujer sumisa reprimida por Vidal (Sergio López), el cruel líder del ejército fascista.

A pesar de que como muchos no me esperaba escenas tan gore en la película, me encantó la válvula de escape que encontró Ofelia (Ivana Baquero) y este es el momento en que como espectador te preguntas si es obra de la imaginación de Ofelia o realmente un fauno de dos metros de altura, sin la más mínima preocupación por la infancia le pide a la niña que cumpla tres tareas tan peligrosas que ni el despiadado de Vidal se hubiera ejecutado.

Un momento muy apreciativo es la forma en que se deshacían de los personajes de la trama. Desde la muerte del hijo que estaba cazando liebres con el padre hasta la herida facial de Vidal, sentí pinchos en la piel con lo sangriento del asunto, gracias quizá a la nula promoción y a la creencia de que esperaba una historia infantil y ese es probablemente el ingrediente que hizo que la película tuviera lo que el espectador quería: una gran sorpresa al final, gracias a las pobres expectativas.

Dentro de la dualidad de la historia, la mágica aparatosidad de los escenarios de Ofelia, invita a apreciar los detalles de la obra, el maquillaje de las criaturas hace constancia del poder visual que tenían los personajes fantasiosos en el imaginario de Del Toro y te hace recordar de manera obligatoria si los habías visto en algún otro filme y celebras mentalmente la originalidad de la película.

Excelentes actores para una excelente historia, una de las pocas cintas que no necesitan introducción de época, los colores indican el año y la situación en la que se encuentran, en fin encuentro un equilibrio muy saludable entre lo real y lo fantasioso, ninguna situación de la bipolaridad de la película es exhaustivo.

Si algo me quedó muy claro es que Guillermo del Toro encontró su nicho entre los directores posicionados con su sello particular, tiene lo que contados han alcanzado: consagrarse en el mundo del cine con una historia fantasiosamente real y sin precedentes.

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